Secciones
Portada

Bienvenida

El Loco de las paredes

El Cartonero Cultural

Weboróscopo

Internet Gratarola

Adriana Herald (Miami)

La Síntesis (Saladillo)

Sir Archibald

Don Quijote y The Beatles

Reportajes impresionantes

La Profe

Rock - MP3

Augusto y el UOL DT

Mail del mes

Nuestros lectores

Stuff
In Memoriam

Sombras Chinescas

Las estampitas de Osvaldo

Sponsors
    DON QUIJOTE Y THE BEATLES
PARTE II - CAPITULO 17: Donde se declara el último punto y extremo adonde llegó y pudo llegar el inaudito ánimo de Don Quijote, con la felicemente acabada aventura de los leones.
"—Dame, amigo, esa celada; que yo sé poco de aventuras, o lo que allí descubro es alguna que me ha de necesitar, y me necesita, a tomar mis armas".  
 

—Dame el gorro de combate, Sánchez, veo que tenemos otra aventura en puerta, estoy seguro que en un par de minutos tendré que poner a prueba una vez más, con todo mi amor, mis cualidades de guerrero invencible.

Sánchez miró hacia todas partes, y lo único que vio fue un pequeño tractor que se acercaba remolcando lo que parecían ser unas jaulas con varias banderas multicolores.

Antes de que llegara hasta ellos, DQ caminó hacia el centro de la calle cerrando el paso.

—¿Adónde van, muchachos, qué llevan en esas jaulas, de qué son esas banderas?

Iban dos hombres en el tractor, y el que manejaba le contestó: —Vamos hasta Avenida de la Mancha y Camino de Cintura, en las jaulas llevamos dos bravos leones, y las banderas son del circo de los Hermanos Brothers, que se inaugurará mañana, y que es una revolución en materia de circo.

—Y ¿son grandes los leones? —preguntó DQ.

—Son tan grandes —dijo el otro hombre —como no se han visto jamás otros leones, son macho y hembra, y ahora están muy hambrientos porque no les doy de comer desde la noche anterior. Así que le agradeceré que nos deje seguir, para darles de comer cuanto antes.

DQ se sonrió, un poco canchero, y le contestó: —¿Leoncitos a mí? ¿Leoncitos, cuando ni siquiera un ninja negro me puede dar miedo? Abrime la jaula del macho, hacelo salir, así te muestro quién es DQ.

Sánchez creyó conveniente intervenir para evitar la inminente tragedia, y le dijo a su compañero: —Aflojá, DQ, mejor nos vamos a pelear a otro lado, ayer me dijeron que cerca de la villa del puente hay unos tipos que andan diciendo que somos unos maricones.

—Sí, mejor váyase, señor —dijo el leonero, viendo en los ojos desorbitados de DQ que la cosa iba en serio —usted es muy valiente, pero otra cosa es ser temerario, si abro la jaula puede ocurrir algo terrible, se lo pido por favor.

Pero DQ estaba absorbido por el desafío que tenía delante suyo, y ya impaciente y viendo que el leonero no se movía, le gritó: —¡Abrí la jaula, pelotudo de mierda, si no querés que te parta la cabeza, a vos y al que tenés al lado!

—Está bien —respondió el leonero todo abatatado —yo saco el candado, pero deje que la gente se vaya antes de que abra la puerta, usted carga ese peso, es el único responsable.

Ya más tranquilo, DQ les dijo que se podían ir, y que estaba seguro que el león, macho o no macho, no le iba a hacer nada.

El tractorista, Sánchez y los quince o veinte curiosos que se habían acercado se fueron lo más rápido que pudieron, no fuera cosa de que el león los eligiera como almuerzo.

Sánchez lo hizo con lágrimas en los ojos, pensando que los días de su amigo habían llegado a el fin, y maldijo el momento en que aceptó acompañarlo en ese sinfín de despelotes que no otra cosa fueron sus mal llamadas aventuras.

El leonero abrió de par en par la puerta de la jaula, y se vio que el león era gigantesco, aún echado como estaba. Lo primero que hizo el animal fue desperezarse, abrió su boca enorme y bostezó, mostrando sus dientes amarillos y una lengua como una toalla de mano. Luego caminó hasta el borde de la jaula, y se detuvo.

DQ lo miraba con atención, como diciendo "no me decepciones", deseando que saltara al suelo y se le fuera encima, así lo liquidaba a golpes en una gloriosa batalla.

Pero el león, luego de mirar con fijeza a DQ unos instantes, se dio vuelta muy despacio, y levantando su cola se tiró un sonoro y prolongado pedo que, acorde con el volumen de su descomunal cuerpo, pareció el bocinazo de un camionero enojado en el silencio de la calle ahora desierta. Después caminó dos pasos, y volvió a echarse en el piso de la jaula.

DQ se calentó, y con el rostro congestionado por la ira le gritó al leonero que enojara al animal, que lo hiciera salir, que él quería twist y gritos, y que la reputa bestia se estaba burlando de él.

—Eso sí que no lo hago —contestó el tipo —porque al primero que va a liquidar va a ser a mí. Usted ya demostró que es más valiente que nadie, y agradezca su buena suerte. El león tiene la puerta abierta, y si no quiere salir a pelear es porque reconoce que usted es superior.

Estas inspiradas palabras lograron que DQ, finalmente, se calmara. —Tenés razón, viejo —dijo —yo lo desafié y él no quiso salir. ¿Querés conocer un secreto? Cuando uno combate del lado de la justicia, siempre triunfa. Podés seguir, hermano.

El leonero cerró la jaula, y entonces todos volvieron a acercarse.

DQ, con el envión de sentirse un ganador, les dijo: —Cuando cuenten lo que pasó aquí y les pregunten quién realizó esta hazaña, digan que fue DQ, "El Ninja de los Leones", el "10", el más grande de todos. Y que esto se lo dedico a Dulci, la mina que llevo en el corazón, mientras me enfrentaba al león yo la vi parada allí, alentándome como siempre.

Una salva de aplausos coronó este espiche de nuestro héroe, pero no tenemos muy en claro si fue por una genuina admiración hacia DQ o por el alivio de saber que los leones ya estaban bien lejos.


leer texto original completo de Don Miguel de Cervantes Saavedra


INDICE

PRIMERA PARTE
Capítulo 01: Acerca de cómo se rayó DQ
Capítulo 08: Los molinos de viento
Capítulo 21: El yelmo de Mambrino

SEGUNDA PARTE
Capítulo 20: Las bodas de Camacho (en preparación)
Capítulo 23: La cueva de Montesinos (en preparación)
Capítulo 43: Los atinados consejos de DQ a Sánchez (en preparación)