Solamente de noche pudieron secuestrarlo,
Oscuros, embozados, con sus armas malditas,
Los esbirros feroces que usaban en el día
Donosos uniformes muy limpios y planchados.
Así fueron las cosas, así lo
“trasladaron”
Del sueño interrumpido a un mundo de
neblina.
O, dicho de otro modo, a ese pobre colimba
Lo arrojaron al mar, y ése fue su sudario.
Un día, una mañana después de muchos
años
Increíble y fatal, mateando en mi cocina,
Se estremeció mi alma y se murió mi
alegría,
Gritó mi corazón al escuchar la
radio:
Arrepentido, un bobo dijo algo que sabía,
Recordó un avión, y vuelos con
soldados
Condenados sin juicio, sin juicio asesinados.
Ignoraba hasta entonces la brutal pesadilla.
Allí, y para siempre, se quedó con mis
días.
Noviembre
2001
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