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PARTE I - CAPITULO 8: La espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento.
“Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se ven no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino”

DQ se paró en seco, la mirada fija y los músculos de su rostro rígidos. Este iba a ser un anochecer de un día agitado. Del otro lado de la calle lo esperaba un nuevo desafío.

Obladí, obladá, Sánchez, acaba de surgir un laburo. Mirá ese grandote cómo mueve sus brazos tatuados con fluo, quiere pelear— le dijo a su amigo, que caminaba a su lado.

—No, loco. Dejalo así. Lo que vos estás viendo es el cartel del restaurant El Molino, y los brazos que vos decís son las aspas de luz de neón, las mueve un motorcito eléctrico— le respondió Sánchez, quien vio que su amigo estaba a punto de meterse en un nuevo despelote.

—Lo que pasa es que sos un cagón, viejo. Pero podemos solucionarlo, yo no arrugo jamás, a mí cuando me buscan me encuentran— dijo DQ.

Y ahí nomás sacó su numchaku y cruzó la calle corriendo y gritando "¡de mí para vos, guacho!. Se subió de un salto sobre el techo de una camioneta estacionada, y desde allí se lanzó contra el de los brazos tatuados, pero con tal mala suerte que la cadena del numchaku se enredó en el mecanismo del cartel.

Luego del estampido de las luces y del chisporroteo del cortocircuito, DQ quedó colgado del cartel, bamboleándose con la mirada extraviada, la boca abierta y el rostro ennegrecido por el fogonazo como una velita de cumpleaños ya soplada.

Corre por tu vida— se dijo Sánchez, mientras corría para auxiliar a su amigo.

Una vez que con el auxilio de algunos curiosos pudo bajarlo y acostarlo en la vereda, notó con alivio que el héroe respiraba y movía los ojos.

—¿Viste cómo lo dejé, Sánchez? Este es un largo y sinuoso camino. Vas a ver cómo se corre la bola de lo que acabo de hacer, este es mi lanzamiento a la fama— murmuró DQ con bastante dificultad antes de desmayarse.

Sánchez les prestó ayuda a los paramédicos para subir la camilla a la ambulancia, y mientas iban a toda velocidad con destellador y sirena, pensó que si DQ se hacía famoso y él lo acompañaba, seguro que él también en cualquier momento iba a ligar.

Y sonrió al imaginarse con una billetera repleta en un bolsillo de su traje cortado a medida, lejos de la miseria de su presente, y con su mujer diciéndole con ternura "ámame, Sánchez, ámame".



leer texto original completo de Don Miguel de Cervantes Saavedra



INDICE

PRIMERA PARTE
Capítulo 01: Acerca de cómo se rayó DQ
Capítulo 21: El yelmo de Mambrino

SEGUNDA PARTE
Capítulo 17: La aventura de los leones
Capítulo 20: Las bodas de Camacho (en preparación)
Capítulo 23: La cueva de Montesinos (en preparación)
Capítulo 43: Los atinados consejos de DQ a Sánchez (en preparación)