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LA KERMESE, a tono con los tiempos que corren, publica su primer e-Book, o libro electrónico, en el formato de novela por entregas: NESTOR Y EL ALBATROS.
 

—5—

La Clase

Hay algunas cosas que no tienen precio.

A pesar de que me pagan poco dinero, no renunciaría a mi puesto así como así. Aunque mi marido gane lo suficiente y no tengamos problemas económicos.

Estar todos los días con los chicos con el pretexto de enseñarles Lengua y Literatura es algo que me enriquece el espíritu, y si me apuran no sabría decir con certeza si soy yo la que les enseña a ellos o si no es exactamente al revés.

Siempre me pareció pedagógico intercalar lo específico de mi materia con el tratamiento de algún tema de actualidad. No falla nunca, los chicos se enganchan, debaten acaloradamente, ellos expresan sus ideas, yo las mías, y todos salimos ganando.

A esta excusa mía para salirme de lo estricto del programa trato de darle un barniz de método cognoscitivo, y les digo que aplico una técnica de management muy usada en Europa y en Estados Unidos que lleva el nombre de «brain storm», tormenta de cerebro, y que consiste, para definirla con brevedad, en que una vez establecido el tema a tratar cada uno diga lo primero que cruza por su mente, sin autocensurarse.

Esa ausencia de control de calidad de nuestra conciencia libera un flujo de ideas y conceptos superior al habitual, y si bien queda el posterior trabajo de separar la paja del trigo, la teoría es que, a mayor cantidad de guijarros en el lecho del río, mayor es la posibilidad de que en el cedazo queden pepitas de oro.

Y hoy les tiré el tema del momento, la «aparición» de la que se viene hablando hace más de una semana. Mi marido también la vio, me contó anoche apenas llegó a casa que observó unos destellos en el cielo, y detuvo el auto. La visión duró unos pocos minutos, unas luces tenues y blanquecinas que se agitaban sobre la fábrica de soda. Y luego, nada.

Mi propuesta produjo realmente en los chicos una «brain storm», con la casual y adecuada escenografía de una lluvia torrencial tamborileando sobre los vidrios del aula. Tuve que hacer de moderadora para que no hablaran todos al mismo tiempo, interrumpiéndose y alzando la voz con la vehemencia propia de sus años.

Por supuesto que no voy a hacer aquí una transcripción literal de lo que se dijo, prefiero referirme a lo que quedó en el cedazo.

La teoría más sostenida fue la de que se trata de un ingenio tecnológico que se está probando en secreto. A la hora de responder acerca de quién o quiénes están detrás del diabólico proyecto hubo gran variedad de respuestas, pero los brujos más citados tienen domicilio en el hemisferio norte: la CIA, la NASA, el Pentágono y la Boeing. Hubo una sola mención a malignos cerebros de científicos locales, con lo que la inteligencia vernácula quedó en abrumadora desventaja frente a la foránea, y me permitió comprobar el excelente trabajo realizado por la mass media americana en el interior de las cabecitas de nuestros jóvenes.

La segunda teoría más votada fue la del pájaro gigante, pero fue también la teoría apoyada por los argumentos más endebles. Explicar de qué pájaro se trata, cómo es que vuela durante la noche y de qué modo llegó hasta aquí, provocó caritas perplejas, ojitos entornados y respuestas muy vagas. Aquí nos hubiera venido bien la presencia de Néstor Santana, el profesor de Biología, que tiene unos conocimientos asombrosos sobre todo tipo de aves. Cuando lo vea en Sala de Profesores le voy a preguntar.

El tercer lugar quedó para el fenómeno atmosférico. Dos de los chicos, los dos varones, se esmeraron en hablar de los crecientes cambios que se observan en el clima de todo el planeta, lugares donde antes llovía y ahora no, animales que otrora había y ahora no, árboles que eran altos y ahora no, y calores que no se sentían y ahora sí. Si hubiera estado a mi lado Marta, la profesora de Geografía, se hubiera sentido orgullosa de lo bien que los alumnos asimilan sus lecciones.

Hubo una sola mención a lo no racional como causa del enigma. Ramiro Del Buono, un morochito de frente despejada y voz grave, dijo que se podría tratar de la corporización de algunos espíritus, y que en ese caso la incógnita a despejar era la de si eran buenos o si eran malos. Cuando le pregunté por qué esto pasaba ahora y no antes, Ramiro sentenció que siempre hay una primera vez para todo.

Y ahí fue cuando Jorge Pedernera y Adrián Veglio comenzaron a cantar «gos-bás-ter, gos-bás-ter» con el tema de la película «Los cazafantasmas», y todos se echaron a reír. Y yo también.

Ghostbusters

Sonó el timbre y me quedé sola en el aula. Recordé que anoche mi marido me había contado su visión de las luces blanquecinas y fugaces en un tono casual, pero la fijeza de sus ojos, casi sin parpadear, desmentían sus palabras ligeras, sin énfasis. Y comió un solo canelón, dejó los otros dos en el plato.

Ese esfuerzo consciente que hizo para no preocuparme me inquietó mucho más que el relato mismo, que sólo me interesó por ser mi marido el que se agregaba como testigo directo a una lista que iba aumentando día a día. El asunto en sí me había parecido algo extraño pero de tono menor, un tópico muy a pelo para amenizar el cotilleo de la sala de profesores, las breves conversaciones de los domingos a la salida de misa y el insulso saludo de las mañanas con el portero de mi edificio.

Antes de acostarse, mi marido estuvo un largo rato fumando en el balcón. Y no miró televisión. Durante la noche sentí varias veces su sueño inquieto, y esta mañana no se despertó para desayunar conmigo.

Cuando salí del departamento, la «aparición» se adueñó de mis pensamientos. Y la clase de hoy, ahora lo veo, fue mi pedido de ayuda a los chicos para poder ordenarlos.

Acomodé mis papeles, pero al intentar guardarlos en la cartera se me cayeron al suelo, qué tonta que soy.

Y ya estaba por salir del aula cuando de pronto supe por qué había empezado a sentirme intranquila y errática.

Acababa de darme cuenta de que la teoría más coherente para explicar este caso comenzaba a tener para mí una música de fondo.

«Gos-bás-ter, gos-bás-ter, gos-bás-ter».

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From Nestor and the Albatross by Sir Archibald Morrison, published by Glasgow Press, Inc. Copyright © 2000 by Sir Archibald Morrison. By permission of Sir Archibald Morrison and the Glasgow Literary Agency.

Mensajes a Sir Archibald Morrison: archibald@lakermese.net