De Heráclito se cuentan unas palabras
que habría dicho a unos extranjeros deseosos de ser
recibidos por él. Al acercarse lo vieron
calentándose cerca de un horno. Se detuvieron
sorprendidos, y esto sobre todo porque él les
infundió valor a ellos los indecisos
haciéndoles entrar con estas palabras:
"También aquí hay dioses".
La multitud de visitantes extranjeros en
su impertinente curiosidad por el pensador está
desilusionada y desconcertada al ver, en el primer momento, lo
que éste está haciendo. Creen deber encontrar al
pensador en condiciones que, contra la usual manera de vivir de
los hombres, lleven todos los rasgos de lo excepcional, de lo
raro, y, por consiguiente, de lo sensacional. La multitud espera
encontrar, durante su visita al pensador, cosas que por lo
menos durante algún tiempo den materia para una
entretenida charla. Los extranjeros que quieren visitar al
pensador esperan verlo quizás en el preciso momento en que
hundido en profunda meditación piensa. Los
visitantes quieren "vivir" esto, no para ser tocados
por el pensar sino sólo para poder decir que han visto y
oído a alguien del cual, a su vez, sólo se dice que
es un pensador.
En vez de esto encuentran los curiosos a
Heráclito cerca de un horno de pan. Este es un lugar
cotidiano e insignificante. Es cierto que ahí se cuece el
pan; pero Heráclito, al pie del horno, ni siquiera
está ocupado en hornear el pan. Está allí
únicamente para calentarse. Y así muestra en ese
lugar tan trivial toda la estrechez de su vida. La visión
de un pensador con frío es poco interesante. Los curiosos,
con esta desilusionante visión, pierden de inmediato las
ganas de acercarse más. ¿Qué van a ver
allí? Este acontecimiento cotidiano y sin gracia el
que alguien sienta frío y se mantenga cerca de un
horno puede encontrarlo cualquiera y a cualquier hora en su
propia casa. ¿Para qué entonces ir a buscar a un
pensador? Los visitantes se disponen a partir. Heráclito
percibe la desilusionada curiosidad en sus caras. Reconoce que en
la multitud basta la ausencia de una sensación esperada
para determinar inmediatamente a los recién llegados a
volverse. Por eso los anima. Los invita especialmente a entrar
con las palabras "También aquí hay
dioses".
Estas palabras colocan la estancia del pensador
y su actuar a otra luz. Si los visitantes entendieron estas
palabras inmediatamente o aún si llegaron a
entenderlas y vieron entonces todo distinto a esta otra
luz, eso no lo dice el relato. Pero el que esta historia haya
sido contada y transmitida hasta nosotros gente de
hoy estriba en que lo que relata proviene de la
atmósfera de este pensador y lo caracteriza.
"También aquí" al pie del horno, en este
lugar vulgar, donde todo objeto y toda circunstancia, todo actuar
y pensar, son conocidos y usuales, esto es: seguro,
también aquí, en el ámbito de lo seguro
(=tranquilo - íntimo - sin peligro - normal), "hay
dioses" (dios = inseguro - descomunal - peligroso -
extraño).
Martin Heidegger, "Carta sobre el
humanismo", Editorial Huáscar, Perú, 1969,
pág. 110.
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