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    EL e-mail DEL MES
Esta página está dedicada a los mejores e-mails recibidos por LA KERMESE.
El pasado mes de FEBRERO DE 2002 tuvimos una superabundancia en materia de mails recibidos, muchos de ellos fueron "cadenas" haciendo referencia a la emergencia argentina.

De manera que la elección de uno de ellos como representativo del tema fue bastante ardua, y nos decidimos en última instancia por la calidad del texto.

El tono de este texto no es para que nuestro ánimo se vaya pum para arriba, y bien saben nuestros fieles lectores que LA KERMESE intenta que el humor se haga presente, siempre que sea posible, en las variadas secciones y artículos de este sitio, no por un prurito de "tipos jodones" sino por un imperativo de nuestro espíritu: para bien o para mal, el humor es un elemento estructural de nuestra vida y de nuestra pluma, y por ende lo tomamos con la máxima seriedad.

Pero este sentido mensaje de botella al mar, como último y nada humorístico recurso para comunicarse con sus semejantes del que quedó aislado en medio de la nada, estamos convencidos que merece ser "el mail del mes", y adivinamos en su autor unas lágrimas apenas contenidas a medida que lo fue escribiendo.

Sí, pensamos que este mail es una letanía sudaca destinada al corazón de otras gentes de ultramar, para que nos vean como sus iguales. Y que llegue a estremecerles esa veleidosa víscera a cientos de kilómetros de distancia es algo, por lo menos, discutible.

Pero Shakespeare escribió sus obras hace cientos de años de distancia, lo que es aún más lejano, y todavía hoy nos conmueven.

Por ahí, quién te dice...

Hasta el mes que viene.
 

ULTIMA BOTELLA AL MAR DE UNA TRISTE PATRIA

Hermanos del mundo, esta es una carta de los argentinos. Quizás nos hayan visto alguna vez por sus aldeas o por sus puertos. Somos aquellos coquetos engreídos que disimulaban su renquera haciéndose los presumidos, haciéndose los románticos, fanfarroneando a pura buena voluntad o diciendo piropos.

Somos como nuestro tango. Así de buenos, así de malos.

Hermanos de otros países, mandamos esta carta para despedirnos del mundo. Nos han botado de él. Claro, claro. Dirán ustedes: 'Otra vez los argentinos endilgándole la culpa a otros'. Algo de razón tienen; siempre todos tenemos algo de razón, incluso los argentinos.

Pero esta vez es bastante distinto. Hubo gentes de otras partes abriéndonos las venas, fondos internacionales , bancos mundiales , migratorios capitalistas... y sobre todo gente nacida en este sur.

Algunos aún figuran en las tapas de las revistas del jet set; son aquellos retratados junto a poderosos presidentes (el mentón altivo, la mirada un poco furtiva, los bolsillos henchidos). Delincuentes comunes, estafadores o genocidas a los ojos del mundo, que aquí en el último sur decían llamarse políticos. Y muchos de nosotros aceptábamos llamarles así.

En Argentina simular concienzudamente ante una cámara de televisión el tiempo suficiente solía alcanzar para encarnar como verdad la patraña más grotesca.

Créannos, era así.

Pero los que mandamos esta carta somos los otros, los que no nos robamos entre sí, ni a ustedes, ni a nadie.

Somos los que intentamos la dignidad de vivir día a día en nuestras casas, con la mujer amada, con el hombre amado.

Tal vez no nos hayan visto nunca. Probablemente no nos verán jamás por sus aldeas y sus puertos. Porque esta carta es para despedirnos, sin habernos conocido. Sin embargo, para darles una semblanza, digamos que somos idénticos a ustedes.

Nacimos de hombre y mujer amándose, tenemos apellidos parecidos, sajones, gallegos, napolitanos, judíos, polacos o japoneses.

Cuando acariciamos nuestras raíces tocamos la calle de Alcalá, el agua antigua de un canal veneciano, los metales de Silesia o Cracovia y una porción de torta negra galesa.

Esta carta va para todos ustedes y tiene un apartado especial para aquellos hermanos extranjeros que tienen alguna cuenta en bancos internacionales: Boston, Citi, Bilbao-Vizcaya, Santander, Banca Nazionale del Laboro, HSBC, Scotiabank y otros.

Quédense tranquilos; no vamos a pedirles dinero. Eso lo hacían otros argentinos. Nosotros no. Simplemente queremos recordarles que cuando esos bancos publiquen en sus ciudades carteles satinados a todo color tentándolos con obsequios deslumbrantes, como tasas de interés, viajes, cuentas especiales, vídeo-grabadoras, seguros de retiro, complacientes financiaciones para recorrer el globo terrestre, relojes y lapiceras que honren vuestra confianza puesta en ellos, juguetes para vuestros niños, o sencillamente ofertando sonrisas destellantes de prolijísimos gerentes... sepan con qué se ha pagado buena parte de esos beneficios.

Sépanlo aunque, por supuesto, no sea culpa vuestra. Los remitentes de esta carta han sido despojados de su dignidad como seres humanos para gloria de las finanzas internacionales. Para dicha gloria fue necesario que nuestro país careciera de industria.

Así perdimos nuestros empleos. Para dicha gloria hacía falta descuartizar el concepto de Estado y de pueblo libre.

Así perdimos las escuelas y las universidades. Por dicha gloria se nos mueren en nuestra tierra 12.500 niños anualmente por enfermedades que ustedes curarían sin siquiera sufrir inquietud (¡Dios les bendiga siempre con esta misericordiosa gloria!). Cada beneficio que estos bancos les otorguen estará sustentado en ladrillos de muerte y miseria de nuestro pueblo.

Por esta razón, además, nuestra carta es de despedida. Podrían firmarla al pie otros muchos hermanos de Paraguay, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Nigeria, Tailandia, Costa de Marfil. Podrían firmarla los esclavos negros hacinados en bodegas llenas de ratas que cruzaron el Atlántico dos siglos atrás. Y nuestros incas y nuestros aztecas y nuestros pampas y nuestros guaraníes y nuestros mayas, que asesinados y saqueados originaron los barcos repletos del oro, que en el devenir de los tiempos dieron origen a la banca que hoy nos saquea y asesina.

Hermanos del mundo, por favor, no queremos sonarles 'lejanos' o extraños.

Somos ustedes, lo fuimos hasta ayer: leíamos a Camus, llorábamos con Vittorio De Sica, cantábamos con Nirvana y comíamos los mismos espaguetis (aunque los escribiéramos distinto).

Descorchamos nuestro vino de la pre-cordillera para festejar la caída del Muro, extendimos nuestra cuchara llena de cereal cuando el hambre nublaba la vida de vuestros abuelos, nos dejamos llevar por Lola Flores, Brassens, Paul Eluard, Luigi Tenco o Pavarotti.

Escuchamos El Silencio con Bergman, hicimos nuestros los estribillos de la Guerra Civil Española y nos preguntábamos con ustedes '¿Qué culpa tiene el tomate que está solito en la huerta?'. Amamos a andaluzas o romanas. Y ellas nos amaron. Redescubrimos la Bondad Humana con Kurosawa y garrapateamos en nuestros muros las consignas de un lejano mayo de París.

Hoy no tenemos presente.

Mañana no tendremos futuro. No habrá aquí trabajo ni se sabrá leer. Cualquier bacteria nos matará. Pronto vendrá la guerra por un pan que no encontramos, aún derrotado nuestro enemigo - que no será otro que el vecino. Hemos sido expulsados de aquel poema vuestro, La Declaración de los Derechos del Hombre.

¿Alcanzará con decir 'Ustedes votaron a esos criminales para que los gobernaran e iniciaran el saqueo'? Detrás de cada político siempre estuvo el mismo poder.

Sépanlo. Cuando convino usufructuar de nosotros, lo hicieron. Hoy, en el nuevo siglo ya no servimos para nada ni para nadie. O tal vez sí. Servimos para nuestros hijos.

Pero ello no será razón suficiente: nuestros hijos no sirven para nada.

Teníamos vuestros mismos ideales, sudamos como sudan allá, hacemos el amor como ustedes lo hacen. Nos alimentaría lo mismo que los alimenta a ustedes y nos matan las mismas cosas.

Y sin embargo somos menos humanos. Dicen que por razones político-económicas. Las razones del dinero son primero, aquí en el último sur, que la dignidad humana.

No les reclamamos nada, hermanos. No queremos dar lástima. Sí queremos decir nuestras últimas palabras. Mientras podamos.

No fuimos tan perversos ni tan tontos. O dicho de otro modo, si fuimos tontos, no fuimos perversos. No éramos mejores que ustedes. Pero tampoco el deshecho orgánico del liberalismo a ultranza que ahora somos.

Mientras los seres humanos tengan bajo el sol el visto bueno de Dios, ustedes y nosotros, merecemos otra oportunidad. Si un humano la merece, todos la merecen.

Lucharemos hasta el final por esto. Y de sucumbir lo haremos tan dignamente como lo harían ustedes. Porque somos sus iguales ante el reino de la vida.

No nos olviden. Semejante olvido dañaría vuestras almas.

Y es necesario que queden hermanos vivos que defiendan la justicia en el mundo que sigue.


GUILLERMO SILVA, poeta y escritor argentino, jueves 17 de enero de 2002    



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