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    Campaneando desde el espigón
apostillas veraniegas publicadas en La Síntesis en enero 2006


Campaneando desde el espigón

apostillas del verano 2006 en Mar del Plata


UNO (03/01/06)

El tema del teclado es algo superado. Ya cuento con un flamante "Genius" de teclas suaves y obedientes, que con sólo acariciarlas me permiten escribir a toda velocidad.

Estoy recién instalado, y este año mi centro de operaciones es una amplia habitación, algo vetusta pero con todo lo que necesito, en una casa alejada del bullicio del centro de Mar del Plata.

Las primeras cuarenta y ocho horas no dieron como para comenzar a escribir mis crónicas veraniegas, ya que un cúmulo de inconvenientes se adueñó de todos mis tiempos. A mi olvido del teclado de la PC en Buenos Aires se sumó el intento de robo de mi auto en el estacionamiento del balneario "Honu Beach". No me lo afanaron, pero falsearon la manija y tuve que meterme por el portón trasero, reptando desde el baúl hasta el asiento delantero para poder abrir la puerta. Mañana me espera el cerrajero, ávido por meter su mano en mi bolsillo de turista.

Otro desliz que me costó sufrir intensas miradas que me escrutaban con fijeza de la cintura para abajo, fue mi estúpida idea de refrescarme en el baño mojando mi cara y mi pelo con abundante agua de la canilla. El resultado fue caminar unos cincuenta metros hasta la carpa con mi malla color cremita salpicada a discreción. Por la índole del lugar de donde yo venía se generó en la concurrencia una idea que nadie desmintió, y, lo que es peor, nadie desmentirá. La risotada de mi cuñado, y mi hijo recordándome el conocido poema "lo dijo Sócrates, lo afirmó Platón, la última gota..." me sumieron en una profunda sensación de impotencia y ridículo. Pese a mis protestas de inocencia, un jurado mal predispuesto me juzgó culpable y me condenó sin más trámite. Los más jóvenes hicieron de mi infortunio la ocasión para interrumpir la somnolencia por los excesos de la noche anterior, la última del 2005, con carcajadas y aplausos rebosantes de crueldad.

Aún no tuve ocasión de recorrer la ciudad a fondo, para llevar hasta Saladillo el pulso de este verano marplatense, que promete ser abigarrado y pródigo en todo tipo de despelotes, ya les contaré por qué. Por ahora les dejo una imagen del hermoso puente que se construyó a la altura de Punta Iglesia, en pleno centro, en ocasión de la reciente Cumbre de las Américas.

Algunos filósofos, celosos de la impecable virginidad del pasamano de madera barnizada de la baranda que da al sur, ya escribieron, cortaplumas mediante, frases ingeniosas y elaboradas del tipo "María y Facu" y "aguante Boca". De este modo se enriquece nuestro intelecto mientras vamos paseando, con el aporte desinteresado de estas mentes brillantes que dejan constancia, con habilidad de artesanos, de su pasión por la cultura y su anhelo de trascendencia.


DOS (04/01/06)

Un día desapacible, frío, gris y ventoso, nos mantuvo alejados de la ceremonia playera. La alternativa fue una rápida recorrida por Mar del Plata, un poco por la costa y otro poco por el centro. Recorrimos el Shopping Trucho de la peatonal San Martín, que es un Mercado de Pulgas al uso nostro: ropa, zapatillas, juguetes, pañuelos, mochilas, relojes... y una cantidad impresionante de boludeces imposibles de enumerar.

Como vengo flojo de ropa interior, me compré tres slips por $ 10, lo que se dice una flor de ganga. Los taparrabos en cuestión son de marca "Calvin Klein", y me los entregaron en los clásicos tubitos que luego usamos como portalápices o alcancías. Pero dos de ellos tenían el logo de “Levi's”, en una notable muestra de convivencia y mutua colaboración de marcas que imaginábamos como acérrimas enemigas.

Estos milagros sólo son posibles en estas tierras de promisión, donde ignotos fabricantes etiquetan a sus productos con las marcas más conocidas del mundo, y nosotros los compramos, sabiendo que son truchos, porque nuestra billetera sudaca tiene poco resto y lo legítimo es casi inalcanzable.

Mi compra trucha de hoy me colocó en una fase superior del consumo, ya que al slip trucho debe agregársele el envase trucho pero de otra marca (?), con lo que logré ingresar a una cuarta dimensión en el conocimiento de lo falso.

La ciudad está mejor que el año pasado, la Cumbre de las Américas fue la excusa para que se mejoraran todos los accesos, y para que el sector de la costa tuviera nuevas veredas y luminarias y el pavimento no presente baches. Tampoco hay que emocionarse demasiado, ya que llegando a la curva de Punta Cantera, rumbo al Faro, dejaron un precioso agujero donde el tránsito circula a no menos de 60 kilómetros por hora. Y no es el único.

Por la tarde, y para desesperación del director de LA SÍNTESIS, me quedé dormido en un sofá luego de un almuerzo que acompañé con un exquisito vino blanco. Sobre mi pecho quedó doblada la página 65 de "Los miserables", que escribió Víctor Hugo allá por el año 1862.

Este libro lo leí hace mucho tiempo, tendría en ese entonces unos 16 ó 17 años. Y hoy lo tomé de una biblioteca y releí el prólogo del autor, que finaliza diciendo "...mientras existan en el mundo la ignorancia y la miseria, libros como éste nunca serán inútiles".

Decidí que, por los tiempos que corren, su relectura estaba más que justificada. Hasta que me venció el sueño, acompañé a Jean Valjean en su búsqueda de albergue y comida, recién salido de la prisión donde estuvo diecinueve años por robar pan para alimentar a su hermana y sus siete sobrinos, luego de perder su trabajo y de varios días sin poder conseguir otro.

En esta ciudad de Mar del Plata, que ostenta el más alto porcentaje de desocupados de la Argentina, miles de Jean Valjean hacen changas o no hacen nada mientras intentan conseguir empleo. No son falsos "Calvin Klein" dentro de falsos "Levi's", ni viceversa.

No son truchos, son reales, y sus padecimientos no son de una cuarta dimensión, porque se ubican en nuestro tiempo y en nuestro espacio.

Son nuestros hermanos, y su miseria no la estoy soñando.


TRES (06/01/06)

En Mar del Plata también estamos esperando a los Reyes Magos, en una noche tibia y desde hace un rato también con lluvia.

La furtiva y espectacular llegada de los Tres Chabones está prevista para la medianoche, y tengo la cámara preparada para sacarles fotos a ellos, a los camellos y a las bolsas repletas de juguetes y presentes diversos.

Mi esperanza es que hoy, por primera vez en mi vida, pueda llegar a verlos. Todos los años pongo los zapatos en el comedor, y dejo entreabierta la puerta de la pieza para observarlos en el preciso momento en que entran con los regalos. Pero no hay caso, a los tipos ni los veo ni los oigo, y a la mañana están los paquetitos o las bolsitas dando testimonio de que estuvieron aquí, y de que una vez más burlaron mi vigilancia.

Los súper héroes made in USA, con todos sus trucos y su tecnología abrumadora, jamás pudieron lograr lo que estos tres genios hacen de taquito desde hace muchísimo tiempo. Con ropa incómoda y pesada, muy lejos de la malla elastizada del Hombre Araña, y viajando a lomo de unos animales lentos, deformes y con cara de bobos -nada que ver con el batimóvil- hace una bocha de años que nos dejan con la boca abierta en las mañanas de los 6 de enero, y la sonrisa que nos ponen en la cara nos hace olvidar el portentoso enigma de su llegada hasta el año siguiente.

Lo más cerca que estuve de resolver esta cuestión fue el año pasado, cuando dejé el agua y el pastito sobre una chapa canaleta al lado de la puerta de casa. A la mañana no había ni agua ni pastito, y de la chapa canaleta ni noticias. Pero en el ligustro del fondo encontré un trapito dorado y azul, tipo seda, donde seguro que se enganchó la capa de Baltasar al salir rajando. Sin embargo, el examen del trapito me dejó sin ninguna respuesta.

Esta noche no se me van a escapar. Mi "Olympus" está lista con el autodisparador preparado, y apenas se acerquen a los zapatos se activará el sensor infrarrojo. Es una foto segura.

Los incrédulos, que los hay a montones, se jactan de conocer el secreto de los Reyes Magos. Dicen, con total desparpajo y convencimiento, que "los Reyes son los padres". Esta peregrina teoría, que con toda evidencia es absurda y habla más de pereza mental que de un razonamiento serio, goza de aceptación incluso en personas que dicen de sí mismas que son normales, y hasta tienen una chapa de bronce en la puerta de su casa pregonando su condición de profesionales de esto o de aquello. Y son legión los que repiten esa estupidez como loros, y se declaran fervientes devotos del sentido común.

A lo largo de mi vida recogí montones de pruebas de que los padres nada tienen que ver en esta historia. Y si no que alguien me explique cómo es posible que Ricardito haya recibido un autito a pedal con un padre mozo de cordel en la estación de trenes, o que el "enano" Osvaldo ligara una bici amarilla espectacular con un padre analfabeto que cinchaba como bestia de carga en el hormigonado de edificios. Y también recuerdo al negro Lencina, que cuando tenía nueve años encontró sobre sus zapatos un par de patines con botitas y ruedas de aluminio, que según la teoría que comento le debió comprar su padre que recorría los barrios haciendo sonar su flautita de afilador. No me tomen el pelo, por favor, de este tema hay que hablar en serio.

Pensándolo bien, creo que es algo bueno que los Reyes Magos sean inasibles y misteriosos. Me refiero, por supuesto, a los verdaderos, y no a los que, con buena onda y la mejor de las intenciones, se disfrazan para repartir juguetes en los hospitales de niños, o caramelos en General Alvear cuando los vientos de la política soplan en contra.

La ausencia de domicilio fijo de los Magos de Oriente, tal como están las cosas en este planeta, los preserva de grandes peligros, y, si me apuran, diría que hasta les salva el pellejo. El nivel de atrocidad y estupidez combinadas de los gobiernos más poderosos, y en especial el más poderoso, bien podría hacer de Gaspar, Melchor y Baltasar, con sus túnicas, sus turbantes y su gran influencia en el imaginario infantil, tres terroristas de la gran flauta, a los que habría que eliminar para que triunfe la democracia, la libertad y todo eso.

Cruza por mi mente la imagen de tres cuerpos acribillados, otros tantos camellos despanzurrados, y una montaña muy alta de pedacitos de juguetes. Desde ya, lo de los camellos y los juguetes sería "daños colaterales, disculpen ustedes, la guerra es cruel y siempre hay efectos no deseados".

Mientras cierro la cámara y la guardo en su funda, decido que las cosas están bien como están. No habrá ninguna foto.

Me meto en la cama mientras afuera sigue lloviendo, y siento vergüenza al recordar que les pedí a los Reyes unas zapatillas "All Star".

Lo único que quiero es que vengan mañana, lo único que les pido es que vengan siempre. Y que me traigan caramelos.