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    Azucena Del Solar
Tu morriña es mi morriña, carta a La Síntesis


Azucena Del Solar


Tu morriña es mi morriña (02/02/05)


Azucena Del Solar
Azucena Del Solar (foto de juventud)

Señor Director:

Estoy consternada. He leído LA SÍNTESIS hace unas horas, y un sentimiento de culpa es, desde entonces, el amo y señor de mi corazón.

Y —disculpen ustedes si ahora están almorzando— también el amo y señor de mis intestinos, ya que a partir de ese momento no he dejado de ir al baño, tan trémula y contrita como urgida por mis vaivenes interiores.

Sentada en ese lugar tan a propósito para la reflexión, he dejado que mi mente también haga lo suyo, y todos los pensamientos que bullen en mi magín terminan en el mismo reproche: "Azucena, gilipollas, ¿qué has hecho esta vez, mujer? ¡Mal rayo te parta, a tí y al vinagre de tu carácter!".

El señor Oscar Martínez Bassi, caballero si los hay, escribió para pedir disculpas por haber informado a LA SÍNTESIS que una parienta suya se casaba en Chile, basado en mi carta del lunes en la que dije que, para mí, era más importante la lluvia que me impidió ir al Corso que la boda de marras.

Bueno, caballero Oscar, yo fui la única en decir eso; el resto de los numerosos lectores del diario de seguro disfrutaron con la historia de la boda. Por lo que parece que las disculpas me las diriges a mí, una sevillana tan jaranera como dices que lo es tu mujer. Y te contesto: no tienes que pedir ninguna disculpa ni a mí ni a nadie, voto al chápiro, y por favor no hables de haber cometido pecados y ofensas, o de provocar molestias o enfados. No me has hecho nada, hombre, déjate de pamplinas.

Decirte esto último, Oscar, teclear estas palabras en mi computadora, me ha causado un alivio inmediato, y ahora no sólo mi espíritu se siente menos agobiado sino que también dejé de ir al baño.

Era tal mi confusión por esta carta tuya, que hasta le pedí al animal de mi cuñado que la leyera, junto con la mía anterior. Luego de tenerle la vela más de media hora, esperando que acabara con su fatigosa lectura mientras pasaba el dedo despacito sobre las palabras, observé con asco que había dejado sobre la pantalla del monitor una pátina grasienta.

—Lo que pasa, Azucena —me dijo al fin, mientras escupía por la ventana—, es que vos usás la lapicera como si fuera un lanzallamas. Es por eso que este chabón te pide disculpas, es un tipo educado, si yo fuera él te hubiera mandado a la reput...

—Calla, hombre —le dije, interrumpiendo su grosería—, ya te entendí lo que quieres decirme. El comentario de este hombre de las cavernas, vaya una a saber por qué secretos caminos, se abrió paso en mi mente. Y pude ver las cosas con algo más de claridad.

Tu problema, Oscar, es que eres un gaznápiro, al igual que todos los hombres, en este preciso punto: no entiendes a las mujeres. Ustedes los hombres creen que nosotras pensamos con la misma cabeza que ustedes, y no es así. No, no y no.

Y mi problema, Oscar, es que me pongo muy loca cuando me enojo. Mis palabras del lunes estuvieron dictadas por mi furia al no poder desfilar en el Carnaval de Saladillo. Al escribirlas, mi lapicera no estaba cargada con tinta, sino con gotas de lluvia y con lágrimas de rabia. Ahí la tienes, esa es la explicación que tu cabezota masculina no sé si sabrá aceptar. También me ponen loca el hambre y las guerras, e incluso los tsunamis.

Cuando la mente se llama a silencio y el corazón toma la batuta, Oscar de mi alma, ahí abandonan la escena las razones y sinrazones de un hombre y una mujer, y las candilejas iluminan la aparición de los sentimientos de un hombre y una mujer.

Y así como tú lees LA SÍNTESIS para saber de tu Saladillo, yo miro TVE para saber de mi Sevilla. La morriña por Argentina que te hace escribir a este diario, es la misma morriña por España que me hace escribirte a ti.

Azucena Del Solar