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    Azucena Del Solar
Escribo por el aviso, carta a La Síntesis


Azucena Del Solar


Escribo por el aviso (07/10/04)


Azucena Del Solar
Azucena Del Solar (foto de juventud)

Hace varios días que LA SÍNTESIS publica un aviso solicitando una señora/señorita mayor de 22 años, sin límite de edad, para tareas de administración, venta y cobranza. Y procura seducir a las interesadas con la mención de "buena remuneración inicial".

Pues bien: LA SÍNTESIS logró seducirme. Y también me interesa ganar dinero extra, porque quiero comprarme un horno a microondas para calentar el té de cedrón que tomamos todas las tardes con el animal de mi cuñado.

Creo cumplir con los requisitos de la tarea, y me gustaría que me otorgaran una entrevista para ver si yo también los puedo seducir a ustedes. En lo posible, quisiera que me recibieran en horario nocturno, ya que la luz del sol, sobre todo cuando me pega de frente, no me favorece.

Veamos esos requisitos.

Lo de "mayor de 22 años" lo cumplo con amplísima holgura. Como dato, les cuento que usé colgada de mi cuello una bolsita con alcanfor, obligada por una madre solícita que quería evitar que su hija se pescara la poliomielitis. Más aún, puedo agregar que cuando llegué de España recorrí Buenos Aires a bordo de un tranvía.

Lo de "sin límite de edad" también lo cumplo, por razones obvias. El dato de mi edad, por ahora, me lo reservo.

Lo de "señora/señorita" igualmente me cabe. Soy señorita, y aclaro que lo soy por propia voluntad y no por falta de pretendientes, que supe tenerlos por docenas y bien babosos.

"Tareas de administración" sé hacerlas, y muy bien. Tanto en España como en Argentina tuve que lidiar en varias ocasiones con papeles, biblioratos, archiveros metálicos, sacapuntas, perforadoras, agendas, abrochadoras y teléfonos, y por supuesto con jefes acosadores con su séquito de serviles empleados acosadores, como aquel rengo infradotado a quien a sus espaldas apodaban "Saltamontes".

Una vez ese infeliz tuvo la osadía de manosearme el trasero cuando pasé a su lado. "¡No volverás a jugar a la rayuela en lo que te queda de vida, eunuco deforme!", le grité al tiempo que le estrellaba una Lexikon 80 contra su pierna buena. Ese día acabé con la incipiente carrera de sátiro de ese estúpido individuo, y nadie me molestó nunca más.

"Venta y cobranza" son rubros en los que mi ingenio y sagacidad brillaron a gran altura. En España, en el año 1952, vendí candelabros, cubiertos, cuadros, muebles, ropa de cama, escapularios, medallitas, escupideras, una cortina de baño, ceniceros, el florón de la ducha, en fin, vendí casi todo lo que tenía en mi casa para poder comer y comprarme maquillaje.

En cuanto a cobrar, logré una hazaña casi imposible: a Manolo Bermejo, dueño del hotel "Venus" y rey de los tacaños de Sevilla, lo convencí de pagarme hasta la última peseta de comisión que me debía por todos los clientes que le arrimé. "Te pagaré todo, Azucena querida —me dijo compungido—, pero por favor no me arrimes esa antorcha a los pantalones".

Sin quererlo, en estos últimos días me estuve ilusionando con trabajar para LA SÍNTESIS. Yo podría insuflar en sus oficinas un hálito de alegría y un espíritu de jaleo, por supuesto que sin descuidar mis obligaciones laborales. No obstante, trato de poner freno a mis ansias, porque no quiero sufrir si por algún motivo Alberto García y compañía deciden emplear a otra mujer.

Hace unos años padecí en carne propia eso de desear algo, tenerlo casi al alcance de la mano y luego perderlo. Sucedió en 1994 cuando, de paso por Buenos Aires, quise conocer el subte. Estaba entusiasmada con saber cómo era eso de viajar en un tren bajo tierra.

Recuerdo como si fuera hoy que en la estación Acoyte quise ingresar al andén, pero no coordiné bien los movimientos de mis brazos y piernas y quedé trabada en el molinete, con uno de sus brazos metálicos enterrado en la ingle.

El gentío se arremolinó en seguida, fascinado por el espectáculo de una mujer casi inmóvil, boqueando y con los ojos muy abiertos, ensartada sin remedio en un engendro mecánico mientras sonaban estridentes silbatos de alarma.

Los paramédicos, que llegaron prestos, querían socorrerme, pero por lo insólito del caso no atinaban el modo de hacerlo. Por suerte, un joven vendedor de diarios les dijo: "Che, ¿por qué no se llevan a la vieja con molinete y todo?".

¡Te perdono lo de "vieja" de todo corazón, querido muchacho! Tu lucidez abrevió mi agonía, si no hubieses estado allí no sé las interminables horas que hubiera penado en la funesta estación Acoyte, incrustada en esa mierda de molinete.

Hasta el día de hoy no sé lo que es viajar en subterráneo, y eso me enseñó que hasta los sueños más sencillos y fáciles de alcanzar pueden evaporarse delante de nuestras narices.

Quiero trabajar para LA SÍNTESIS. Quedo al aguardo de vuestra respuesta, que anhelo sea favorable, y los saludo con el mayor de mis respetos.

Azucena Del Solar