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    Azucena Del Solar
Feliz cumpleaños, Wenceslao, carta a La Síntesis


Azucena Del Solar


Feliz cumpleaños, Wenceslao (14/09/04)


Azucena Del Solar
Azucena Del Solar (foto de juventud)

Señor Director de La Síntesis:

Luego de un paréntesis de varios meses, hoy decidí romper mi silencio.

Ustedes seguro que no lo saben, pero al final no me fui de Tapalqué para vivir en 25 de Mayo. A último momento, y con la mudanza casi en marcha, el animal de mi cuñado y yo arreglamos con la inmobiliaria la compra de una casita en Saladillo.

Queda en la calle Emparanza, pero no les voy a dar el número, soy muy celosa de mi privacidad.

Desde la última vez que les escribí, me juré a mí misma no volver a hacerlo, salvo que ocurriera un hecho muy importante, algún acontecimiento que fuera para LA SÍNTESIS como una explosión de color y sonido que rompiera con el amargo gris y el bisbiseo casi inaudible de ese diario digital.

Y el momento llegó. Hoy, 14 de setiembre, es el cumpleaños del mejor hombre que tiene LA SÍNTESIS: el profesor Wenceslao García.

Está muy lejos y muy por encima del director Alberto V. García, un mozalbete aburrido que recorre la ciudad con un cuaderno Húsares y una cámara digital, no sé muy bien para qué.

Está muy lejos y muy por encima del mozalbete Rubén Basabe, incapaz de subirse a una carroza de carnaval para saludar y tirar papel picado.

Está muy lejos y muy por encima de Charly Castro, otro mozalbete ausente sin aviso, como si las olas de Mar del Plata lo hubieran paspado para siempre.

Haciendo un fuerte contraste con esas tres momias, el señor Wenceslao Alberto García nos regala a los lectores sus artículos, plenos de conceptos, razonamientos e ideas que van más allá de los acontecimientos del día, del epiléptico videoclip de los "flashes" informativos con los que todos nos conformamos, y con los que nos convencemos vanamente de estar al tanto de lo que pasa.

Gracias a mi cuñado, quien por pedido mío buscó antecedentes y datos de nuestro venerable filósofo, pude armar en mi cabeza su biografía espiritual, necesariamente incompleta y fragmentaria por la ineptitud y escasas luces de esa bestia que arruinó la vida de mi difunta hermana.

Así supe que en su pasado Don Wenceslao estuvo ligado a la aviación, y de seguro que fue en algún vuelo nocturno donde la mayor cercanía con las estrellas acrecentó su afán de conocimiento, tratando de leer en ellas los misterios de la vida humana, y los secretos que se ocultan en los números gigantes y sobrecogedores con que los físicos miden el espacio y el tiempo, esas dos dimensiones que contienen nuestra existencia, y que cada tanto se agrandan o achican al compás de las teorías e investigaciones.

Casado y con varios hijos, prosiguió en su casa, en el oeste del Gran Buenos Aires, con sus reflexiones sobre la vida de los hombres, alimentando su saber con los tesoros de una voluminosa biblioteca.

Pero lo admirable de este destacado pensador contemporáneo, es que no se limita a esos temas, sino que encara con gracejo y donosura la ejecución, en solitario o en pareja, de numerosas danzas típicas de distintos lugares del mundo.

Don Wenceslao tiene algunos años más que yo, y sin embargo no se arredra a la hora de bailar un minué, un tango, un zapateo americano o un carnavalito. ¡Este hombre es de los que me gustan a mí!

Además, conoce sus límites. O, por mejor decir, su cuerpo se los hizo conocer. El tiempo es implacable, todos lo sabemos, y una de las tantas cosas que deteriora es la flexibilidad muscular.

En un cumpleaños de su nieta Erika, ella y sus amiguitos le pidieron a Don Wenceslao que bailara el kaschakchok. "Dale, abuelito, bailá como los rusos", le insistía la niña. Ni lerdo ni perezoso, nuestro héroe se puso un gorro cosaco de piel de oso que guardaba en un armario con bolitas de naftalina, y sentándose sobre sus talones intentó estirar su pierna derecha.

¡Malhadado destino! La canilla de Wenceslao pegó contra el borde de la mesa ratona de algarrobo donde estaban las cinco docenas de triples de miga, que volaron por los aires. La ambulancia de UDEM llegó justito cuando se desmayó, con el rostro lívido, luego de largos minutos de desgarradores aullidos, que el gorro de piel aún encasquetado en su cabeza hacía todavía más patéticos.

Aprendió así que de ciertas actividades hay que saber retirarse a tiempo, tal como aprendió también mi amigo el torero Joselito Salsipuedes, a quien sus ojos, con cataratas incipientes, le jugaron una mala pasada. Durante una corrida en Madrid, en mayo de 1948, le clavó la espada que no al toro, que no, sino a los glúteos de un banderillero. Fue abucheado por la multitud, que le arrojó centenares de almohadillas de los asientos, y hasta hubo un exaltado que intentó acertarle con su pierna ortopédica.

Me congratulo de vivir ahora en Saladillo, y de respirar el mismo aire que respira el profesor Wenceslao García.

Levanto con alegría esta copita de licor de huevo "Ocho Hermanos" para brindar a su salud, y le deseo ¡FELICES 80 AÑOS! de todo corazón.

Azucena Del Solar