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    Azucena Del Solar
Estoy sofocada, carta a La Síntesis


Azucena Del Solar


Estoy sofocada (27/02/04)


Azucena Del Solar
Azucena Del Solar (foto de juventud)

Señor Director de La Síntesis:

Estoy sofocada por emociones muy diversas.

Una de ellas me la provocó la maravillosa carta de Guillermo Ni Coló publicada en LA SÍNTESIS de hoy jueves, que hizo brotar lágrimas de mis ojos y aceleró los latidos de mi corazón. Y la otra emoción, totalmente distinta, estuvo a cargo del animal de mi cuñado, que confundió el mouse de mi PC con su afeitadora y después lo dejó tirado en el bidet.

Por ese motivo recién leí el diario a las cinco de la tarde, cuando gracias a mis hábitos de higiene personal pude encontrar a mi pobre ratoncito, que también me provocó lágrimas y pulsaciones a mil mientras lo buscaba desorientada por toda la casa.

Al mozalbete Guillermo quiero hacerle la misma corrección que ya le hice al mozalbete Rubén Basabe: no soy señora, soy señorita.

Quedé abrumada por la imaginación de este hombre. Es tan vívida su descripción de un Carnaval de Saladillo protagonizado por una carroza de ese diario digital desfilando en medio de una multitud entusiasmada, que por un momento creí que eso había sucedido de verdad.

El sonsonete de la flautita de plástico de un afilador me devolvió a la realidad: la carroza sólo desfilaba en ese relato imaginario. Pero gracias a Guillermo pude sentir, por un momento, la alegría de un sueño cumplido. Para una mujer de mantilla y pandereta como yo, eso fue casi casi como tocar el cielo con las manos.

Esto no me ocurre por primera vez. Un poeta de Toledo, Jaime de Ezcurra, escribió en el año 1962 unos madrigales muy bellos inspirándose en mí, por entonces una espléndida y altiva dama de Salamanca con cintura y ojos de gitana. En esos días yo guardaba reposo, luego de que unos chavales me apedrearan, con pésimas intenciones y excelente puntería, mientras desfilaba en el Corso toledano disfrazada de bruja. Sentado junto a mi cama, mientras me ayudaba a colocarme compresas frías sobre mis moretones en hombros, piernas y pechos, Jaime canturreó, con su voz de barítono, estos versos casi inolvidables:

Los churumbeles que te han golpeao
te han dejao el cuerpo too amoratao
qué fuera la cosa que no diera yo
que alivie tu pena y tu amargo dolor.
Qué pena tu pena, Azucena, esa pena
que espera verbena muy cerca en la almena
semeja la estrella que medra sin pena,
sincera y entera, pequeña Azucena.

Le pedí a Jaime que me cantara otra vez la última estrofa, pero no pudo hacerlo pese a sus repetidos intentos. ¡Oh, Jaime, qué majo eras, diablillo!

Quisiera aclarar que, si bien en el relato de Guillermo Ni Coló aparezco como protagonista del Corso y también candidata a Reina de Belleza, por muy agradable que me resulte, yo sólo aspiro a estar entre el público tirando papel picado y agitando mi matraca. Soy consciente de que mis mejores años han pasado, y que el frufrú de mis enaguas ya no despierta pasión sino respeto, respeto y más respeto, maldita sea.

Aquí en Tapalqué cuento las horas, impaciente por estar en la Quinta Noche del Carnaval de Saladillo vestida de Mujer Maravilla, y acechando el paso de la carroza de LA SÍNTESIS con mis aerosoles de nieve.

¡No me fallen, mozalbetes!

Azucena Del Solar