Carta abierta a la
Junta Militar
por Rodolfo J. Walsh
1. La censura de prensa, la persecución a
intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el
asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que
murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que
me obligan a esta forma de expresión clandestina
después de haber opinado libremente como escritor y
periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un
balance de la acción de gobierno en documentos y discursos
oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los
que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten
son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del
que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como
ejecutores de su política represiva, y cuyo término
estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses
más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no
fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la
posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo
remediara males que ustedes continuaron y agravaron.
Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen
pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que
coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de
los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva
de la voluntad del pueblo, único significado posible de
ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a
menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de
ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el
desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y
disgregan la Nación. Una política semejante
sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los
partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e
implantando el terror más profundo que ha conocido la
sociedad argentina.
2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro
mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda
de ese terror.
Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en
las principales guarniciones del país virtuales campos de
concentración donde no entra ningún juez, abogado,
periodista, observador internacional. El secreto militar de los
procedimientos, invocado como necesidad de la
investigación, convierte a la mayoría de las
detenciones en secuestros que permiten la tortura sin
límite y el fusilamiento sin juicio.
Más de siete mil recursos de hábeas corpus han
sido contestados negativamente este último año. En
otros miles de casos de desaparición el recurso ni
siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su
inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo
después que los cincuenta o sesenta que lo hacían
fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su
límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay
posibilidad de presentarlo al juez en diez días
según manda un ley que fue respetada aún en las
cumbres represivas de anteriores dictaduras.
La falta de límite en el tiempo ha sido complementada
con la falta de límite en los métodos,
retrocediendo a épocas en que se operó directamente
sobre las articulaciones y las vísceras de las
víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y
farmacológicos de que no dispusieron los antiguos
verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la
sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los
testimonios junto con la picana y el "submarino", el
soplete de las actualizaciones contemporáneas.
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de
exterminar a la guerilla justifica todos los medios que usan, han
llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal,
metafísica en la medida que el fin original de obtener
información se extravía en las mentes perturbadas
que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia
humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que
perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.
3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de
los prisioneros es asimismo la cobertura de una
sistemática ejecución de rehenes en lugares
descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados
combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se
amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los
estereotipos de un libreto que no está hecho para ser
creído sino para burlar la reacción internacional
ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el
carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y
en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en
respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La
Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la
Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del
coronel Castellanos, 19 tras la explosión que
destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de
1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no
tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas
civilizadas de justicia, incapaces de influir en la
política que dicta los hechos por los cuales son
represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales,
intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados,
simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza
de las bajas según la doctrina extranjera de
"cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los
países ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates
reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados
militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600
muertos y sólo 10 ó 15 heridos, proporción
desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta
impresión es confirmada por un muestreo
periodístico de circulación clandestina que revela
que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977,
en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y
40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.
Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en
tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está
destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y
los partidos de que aún los presos reconocidos son la
reserva estratégica de las represalias de que disponen los
Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la
conveniencia didáctica o el humor del momento.
Así ha ganado sus laureles el general Benjamín
Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes
del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en
Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja
y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley
de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975,
fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en
jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que
manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios
no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la
política misma que ustedes planifican en sus estados
mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como
comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la
Junta de Gobierno.
4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido
masacradas en secreto después que ustedes prohibieron
informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos
han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países,
por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus
propias fuerzas.
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre
de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte
quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la
Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el
Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el
chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y
manos, "con lastimaduras en la región anal y
fracturas visibles" según su autopsia.
Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de
1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de
Córdoba, acudió a la comisaría donde no le
recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la
publicaron.
Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y
el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en
el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las
masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15
kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En esos enunciados se agota la ficción de bandas de
derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega,
capaces de atravesar la mayor guarnición del país
en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de
la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de
la Primera Brigada Aérea7, sin que se enteren el general
Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son
hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de
la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el
árbitro justo entre "dos terrorismos", sino la
fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo
puede balbucear el discurso de la muerte.
La misma continuidad histórica liga el asesinato del
general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el
secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar
Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas
de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de
procesos democráticos en Chile, Boliva y Uruguay.
La segura participación en esos crímenes del
Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal,
conducido por oficiales becados de la CIA a través de la
AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos
ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station
Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras
revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad
internacional que no han de agotarse siquiera cuando se
esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del
Ejército, encabezados por el general Menéndez, en
la creación de la Logia Libertadores de América,
que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue
asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo
personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio
Gándara, quien desde hace una década investigaba
los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de
"Prensa Libre" Horacio Novillo apuñalado y
calcinado, después que ese diario denunció las
conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios
internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la
definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes:
"La lucha que libramos no reconoce límites morales ni
naturales, se realiza más allá del bien y del
mal".
5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo
civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han
traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de
los derechos humanos en que ustedes incurren. En la
política económica de ese gobierno debe buscarse no
sólo la explicación de sus crímenes sino una
atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la
miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los
trabajadores al 40%, disminuido su participación en el
ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de
labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar11,
resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten
ni en los últimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en
las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de
reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisioncs
internas, alargando horarios, elevando la desocupación al
récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos
despidos, han retrotraído las relaciones de
producción a los comienzos de la era industrial, y cuando
los trabajadores han querido protestar los han calificados de
subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en
algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En
este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha
disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas
ha desaparecido prácticamente en las capas populares.
Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad
infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia,
Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las
parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia
marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas
deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la
salud pública a menos de un tercio de los gastos
militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras
centenares de médicos, profesionales y técnicos se
suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos
o la "racionalización".
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar
la rapidez con que semejante política la convirtió
en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a
media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias
monopólicas saquean las napas subterráneas,
millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes
sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza
de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en
todas sus playas porque los socios del ministro Martínez
de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la
única medida de gobierno que ustedes han tomado es
prohibir a la gente que se bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las
que suelen llamar "el país", han sido ustedes
más afortutunados. Un descenso del producto bruto que
orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares
por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento
del circulante que en solo una semana de diciembre llegó
al 9%, una baja del 13% en la inversión externa
constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la
fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del
Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola
crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de
dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones
argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977,
cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal,
doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican
el de un obrero industrial y triplican el de un director de
escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos
militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay
congelación ni desocupación en el reino de la
tortura y de la muerte, único campo de la actividad
argentina donde el producto crece y donde la cotización
por guerrillero abatido sube más rápido que el
dólar.
6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional
según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o
a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política
económica de esa Junta sólo reconoce como
beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva
oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios
internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las
automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están
ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos
los miembros de su gabinete.
Un aumento del 722% en los precios de la producción
animal en 1976 define la magnitud de la restauración
oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en
consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su
presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos
grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los
alimentos deben ser baratos".
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una
semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y
el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la
mañana duplicaron su capital sin producir más que
antes, la rueda loca de la especulación en dólares,
letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el
interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un
gobierno que venía a acabar con el "festín de
los corruptos".
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el
crédito nacional en manos de la banca extranjera,
indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que
estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se
aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los
aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y
desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos
hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas
de los comunicados oficiales, dónde están los
mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál
es la ideologia que amenaza al ser nacional.
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos
malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el
general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante
Massera ama la vida, aún cabría pedir a los
señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran
sobre el abismo al que conducen al país tras la
ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al
último guerrillero, no haría más que empezar
bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de
veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no
estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del
estrago causado y la revelación de las atrocidades
cometidas.
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su
infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa
Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser
perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho
tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
Rodolfo Walsh, C. I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.
El 25 de marzo de 1877, un día
después de escribir y enviar esta carta, Walsh fue
asesinado en la ciudad de Buenos Aires. Su cadáver nunca
apareció..
Cómo se ha de
pedir el favor divino, y de la confianza de cobrar la
gracia
por Tomás de Kempis
1.Hijo, Yo soy el Señor, que da fuerza en el
día de la tribulación. Vente a Mí cuando
no te hallares bien.
Lo que más impide la consolación celestial es el
que tan tarde acudas a la oración.
Pues antes de suplicarme con fervor buscas muchas
consolaciones y te recreas en lo exterior.
De aquí viene que todo te aprovecha poco, hasta que
conoces que Yo soy el que libro a los que esperan en
Mí; y que fuera de Mí no hay ayuda que valga,
ni consejo provechoso, ni remedio durable.
Mas, recobrado ya el aliento después de la tempestad,
esfuérzate en la luz de las misericordias mías:
porque cerca estoy, dice el Señor, para reparar todo lo
perdido, no sólo cumplida, sino abundante y
colmadamente.
2.¿Por ventura hay cosa difícil para
Mí? ¿O seré Yo como el que dice y no
hace?
¿En dónde está tu fe?
Está firme y persevera.
Está constante y esforzado; el consuelo a su tiempo
vendrá.
Espérame, espérame: Yo iré a ti y te
curaré.
La tentación es la que te atormenta, y el vano temor te
espanta.
¿Qué aprovecha tener cuidado de lo que
está por venir, sino para tener tristeza sobre tristeza?
Bástale a cada día su propio trabajo.
Vana cosa es y sin provecho entristecerse o alegrarse de lo
venidero, que quizá nunca acaecerá.
3. Cosa humana es ser engañado por tales imaginaciones;
y también es señal de poco ánimo dejarse
burlar tan ligeramente por el enemigo, el cual no cuida que sea
verdadero o falso aquello con que nos burla o engaña, o si
derribará con amor de lo presente, o con temor de lo
porvenir.
Pues no se turbe tu corazón, ni tema.
Cree en Mí, y ten mucha confianza en mi
misericordia.
Cuando tú piensas estar más lejos de Mí,
estoy Yo muchas veces más cerca de ti.
Y cuando tú piensas que está todo casi perdido,
entonces muchas veces está cerca la ganancia del
merecer.
No está todo perdido cuando alguna cosa te sucede
contraria.
No debes juzgar de las cosas como las sientes al presente, ni
embarazarte, ni acongojarte con cualquiera contrariedad que te
venga, como que no hubiese esperanza de remedio.
4. No te tengas por desamparado del todo, aunque te
envíe a tiempos alguna tribulación o te prive del
consuelo que deseas: porque de este modo se pasa al reino de los
cielos.
Y sin duda te conviene más a ti y a todos mis siervos
el que os ejercitéis en adversidades que si todo os
sucediese a vuestro gusto y sabor.
Yo conozco los pensamientos escondidos, y sé que
conviene para tu salud que algunas veces te deje desconsolado:
porque podría ser que alguna vez te ensorberbecieses en lo
que te sucediese bien y te complacieses en ti mismo por lo que no
eres.
Lo que Yo te di te lo puedo quitar y volvértelo cuando
quisiere.
5. Cuando te lo diere, mío es; cuando te lo quitare, no
tomo cosa tuya; que mía es cualquier dádiva y
todo perfecto don.
Si te enviare alguna pesadumbre o cualquier contrariedad, no
te indignes, ni descaezca tu corazón: luego te puedo Yo
levantar y mudar cualquier pena en gozo.
Justo soy Yo, y muy digno de ser alabado, cuando obro
así contigo.
6. Si bien lo examinas y lo miras con los ojos de la verdad,
nunca te debes entristecer, ni descaecer tanto con las
adversidades; sino antes regocijarte y darme gracias. Y aun tener
por único gozo el que, afligiéndote con dolores, no
te dejo pasar sin castigo.
Así como me amó el Padre, Yo os amo, dije
a mis amados discípulos; a los cuales no envié a
gozos temporales, sino a grandes peleas; no a honras, sino a
desprecios; no a ocios, sino a trabajos; no al descanso, sino a
recoger grandes frutos por medio de la paciencia.
Hijo mío, acuérdate de estas palabras.
Tomás de Kempis (1379-1471) fue un gran
escritor, pensador y místico alemán. Este fragmento
pertenece al libro III, cap. XXX, de su obra cumbre
"Imitación de Cristo".
Fue traducido directamente del latín original por J.
Nieremberg, y respetamos escrupulosamente ese castellano antiguo
del traductor.
Los párrafos en itálica son citas textuales del
Antiguo y Nuevo Testamento, característica de todo el
libro de Kempis.
El ruiseñor y la
rosa
por Oscar Wilde
—Ella me prometió que
bailaría conmigo si le llevaba rosas rojas
—murmuró el Estudiante—; pero en todo el
jardín no queda ni una sola rosa roja.
El Ruiseñor le estaba escuchando desde su nido en la
encina, y lo miraba a través de las hojas; al oír
esto último, se sintió asombrado.
—¡Ni una sola rosa roja en todo el jardín!
—repitió el Estudiante con sus ojos llenos de
lágrimas—. ¡Ay, es que la felicidad depende
hasta de cosas tan pequeñas! Ya he estudiado todo lo que
los sabios han escrito, conozco los secretos de la
filosofía y sin embargo, soy desdichado por no tener una
rosa roja.
—Por fin tenemos aquí a un enamorado
auténtico —se dijo el ruiseñor—. He
estado cantándole noche tras noche, aunque no lo conozco;
y noche tras noche le he contado su historia a las estrellas; y
por fin lo veo ahora. Su cabello es oscuro como la flor del
jacinto, y sus labios son tan rojos como la rosa que desea; pero
la pasión ha hecho palidecer su rostro hasta dejarlo del
color del marfil, y la tristeza ya le puso su marca en la
frente.
—El Príncipe da el baile mañana por la
noche —seguía quejándose el
Estudiante—, y allí estará mi amada. Si le
llevo una rosa roja bailará conmigo hasta el amanecer. Si
le llevo una rosa roja la estrecharé entre mis brazos, y
ella apoyará su cabeza sobre mi hombro, y apoyará
su mano en la mía. Pero como no hay ni una sola rosa roja
en mi jardín, tendré que sentarme solo, y ella
pasará bailando delante mío, sin siquiera mirarme y
se me romperá el corazón.
—Este sí que es un auténtico enamorado
verdadero —seguía pensando el
Ruiseñor—. Yo canto y él sufre; lo que para
mí es alegría, para él es dolor. No cabe
duda que el amor es una cosa admirable, más preciosa que
las esmeraldas y más rara que los ópalos blancos.
Ni con perlas ni con ungüentos se lo puede comprar, porque
no se vende en los mercados. No se puede adquirir en el comercio
ni pesar en las balanzas del oro.
—Los músicos estarán sentados en su
estrado —decía el Estudiante—, y harán
surgir la música de sus instrumentos, y mi amada
bailará al son del arpa y el violín. Ella
bailará tan levemente, que sus pies casi no tocarán
el suelo, y los cortesanos, con sus trajes fastuosos,
formarán corro en torno suyo para admirarla. Pero conmigo
no bailará, porque no tengo una rosa roja para darle.
Y se arrojó sobre la hierba, y ocultando su rostro
entre las manos, se puso a llorar amargamente.
—¿Por qué está llorando?
—preguntó una lagartija verde que pasaba frente a
él con la cola al aire.
—¿Sí, por qué? —murmuraba una
margarita a su vecina, con voz dulce y tenue.
—Está llorando por una rosa roja
—explicó el Ruiseñor.
—¿Por una rosa roja? —exclamaron las otras
en coro. ¡Qué ridiculez!
La lagartija, que era un poco cínica, se puso a
reír a carcajadas. Sólo el Ruiseñor
comprendía el secreto de la pena del Estudiante y, posado
silenciosamente en la encina, meditaba sobre el misterio del
amor.
Por último, desplegó sus alas oscuras y se
elevó en el aire. Cruzó como una sombra a
través de la avenida, y como una sombra se deslizó
por el jardín.
En medio del prado había un magnífico rosal, y
el Ruiseñor voló hasta posársele en una de
sus ramas.
—Necesito una rosa roja —le dijo. Dámela y
yo te cantaré mi canción más dulce.
Pero el rosal negó sacudiendo su ramaje.
—Mis rosas son blancas —le contestó—,
como la espuma del mar y más blancas que la nieve de la
montaña. Pero ve donde mi hermana que crece al lado del
viejo reloj de sol, y puede ser que ella te proporcione la flor
que necesitas.
El Ruiseñor voló hacia el gran rosal que
crecía junto al viejo reloj de sol.
—Dame una rosa roja —le dijo—, y te
cantaré mi canción más dulce.
Pero el rosal negó sacudiendo su follaje.
—Mis rosas son amarillas —contestó—,
tan amarillas como el cabello de la sirena que se sienta en un
trono de ámbar, y más amarillas que el Narciso que
florece en el prado. Pero anda a ver a mi hermano, que crece al
pie de la ventana del Estudiante, y quizás él pueda
darte la flor que necesitas.
El Ruiseñor voló entonces hasta el viejo rosal
que crecía al pie de la ventana del Estudiante.
—Dame una rosa roja —le dijo—, y yo te
cantaré mi canción más dulce.
Pero el rosal negó sacudiendo su follaje.
—Rojas son, en efecto, mis rosas
—contestó—; tan rojas como las patas de las
palomas, y más rojas que los abanicos de coral que
relumbran en las cavernas del océano. Pero el invierno
heló mis venas, y la escarcha marchitó mis
capullos, y la tormenta rompió mis ramas y durante todo
este año no tendré rosas rojas.
—Una rosa roja es todo lo que necesito
—exclamó el Ruiseñor—;
¡sólo una rosa roja! ¿No hay manera alguna de
que la pueda obtener?
—Hay una manera —contestó el rosal—,
pero es tan terrible que no me atrevo a decírtela.
—Dímela —repuso el Ruiseñor—.
Yo no me asustaré.
—Si quieres una rosa roja —dijo el rosal—,
tienes que construirla con tu música, a la luz de la luna,
y teñirla con la sangre de tu corazón. Debes cantar
con tu pecho apoyado sobre una de mis espinas. Debes cantar toda
la noche, hasta que la espina atraviese tu corazón y la
sangre de tu vida fluirá en mis venas y se hará
mía...
—La propia muerte es un precio muy alto por una rosa
roja —murmuró el Ruiseñor—, y la vida
es dulce para todos. Es agradable detenerse en el bosque verde y
ver al sol viajando en su carroza de oro y a la luna en su
carroza de perlas. Es muy dulce el aroma del espino, y
también son dulces las campanillas azules que crecen en el
valle y los brezos que florecen en el collado. Sin embargo, el
Amor es mejor que la vida, y, por último,
¿qué es el corazón de un ruiseñor
comparado con el corazón de un hombre enamorado?
Y, desplegando sus alas oscuras, el ruiseñor se
elevó en el aire, cruzó por el jardín como
una sombra, y como una sombra se deslizó a través
de la avenida.
El Estudiante seguía echado en la hierba, como lo
había dejado; y las lágrimas no se secaban en sus
anchos ojos.
—¡Alégrate! —le gritó el
Ruiseñor—. ¡Siéntete dichoso, porque
tendrás tu rosa roja! Yo la construiré con mi
música, a la luz de la luna, y la teñiré con
la sangre de mi corazón. Lo único que pido en
cambio, es que seas un verdadero amante, porque el Amor es
más sabio que la Filosofía, por muy sabia que
ésta sea, y es más poderoso que la Fuerza, por muy
fuerte que ella sea. Las alas del Amor son llamas de mil
tonalidades, y su cuerpo es del color del fuego. Sus labios son
dulces como la miel, y su aliento es como la mirra silvestre.
El Estudiante levantó la vista de la hierba y
escuchó, pero no comprendió lo que decía el
Ruiseñor, porque él sólo podía
entender lo que estaba escrito en los libros.
En cambio, la encina comprendió y se puso a balancear
muy tristemente, porque sentía un hondo cariño por
el pequeño Ruiseñor que había construido el
nido en sus ramajes.
—Cántame, por favor, una última
canción —le susurró la encina—, porque
voy a sentirme muy sola cuando te hayas ido.
Y el Ruiseñor cantó para la encina, y su voz era
como el agua que cae de una jarra de plata.
Cuando terminó la canción del Ruiseñor,
se levantó el Estudiante y sacó del bolsillo un
cuadernito y un lápiz.
—He de admitir que ese pájaro tiene estilo
—se dijo a sí mismo caminando por la alameda—,
eso no puede negarse; pero ¿acaso siente lo que canta?
Temo que no, debe ser como tantos artistas, puro estilo y nada de
sinceridad. Jamás se sacrificaría por alguien,
piensa solamente en música y ya se sabe que el arte es
egoísta. Sin embargo, debo reconocer que su voz da notas
muy bellas. ¡Lástima que no signifiquen nada, o que
no signifiquen nada importante para nadie!
Luego entró en su alcoba, y, echándose sobre su
cama, comenzó de nuevo a pensar en su amor. Después
de unos momentos se quedó dormido.
Cuando la luna alumbró en los cielos, el
Ruiseñor voló hacia el rosal, y apoyó su
pecho sobre la mayor de las espinas. Toda la noche estuvo
cantando con el pecho contra la espina, y la luna fría y
cristalina se inclinó para escuchar. Toda la noche estuvo
cantando así apoyado, y la espina se hundía
más y más en su carne y la sangre de su vida se
derramaba en el rosal.
Cantó primero al nacimiento del Amor en el
corazón de los adolescentes. Entonces, en la rama
más alta del rosal floreció una rosa maravillosa,
pétalo tras pétalo como canción tras
canción. Al principio era pálida, como la niebla
que flota sobre el río; pálida como los pies de la
mañana y plateada como las alas de la aurora. La rosa que
floreció en la rama más alta del rosal era como el
reflejo de una rosa en un cáliz de plata, era como el
reflejo de una rosa en espejo de agua.
El rosal le gritó al Ruiseñor para que apretara
más su pecho contra la espina.
—¡Aprétate más, pequeño
Ruiseñor —gritó el rosal—, o el
día llegará antes de haber terminado de fabricar la
rosa!
Y el Ruiseñor se apretó más contra la
espina, y más y más creció su canto porque
ahora cantaba el nacimiento de la pasión en el alma de un
joven y de una virgen.
Y un delicado rubor comenzó a cubrir las hojas de la
rosa, como el rubor que cubre las mejillas del novio cuando besa
los labios de su prometida.
Pero la espina no llegaba todavía al corazón del
corazón, y el corazón de la rosa permanecía
blanco, porque sólo la sangre de un ruiseñor puede
enrojecer el corazón de una rosa.
Y el rosal le gritó al Ruiseñor para que se
apretara más aún contra la espina.
—¡Aprétate más, pequeño
Ruiseñor —gritó el rosal—, o
llegará el día antes de haber terminado de fabricar
la rosa!
Y el Ruiseñor se apretó más aún
contra la espina, y la espina al fin le alcanzó el
corazón. Un terrible dolor lo traspasó. Más
y más amargo era el dolor, y más y más
impetuosa se hacía su canción, porque ahora cantaba
el Amor sublimado por la muerte, el Amor que no puede aprisionar
la tumba.
Y la rosa del rosal se puso camersí como la rosa del
cielo del Oriente. Su corona de pétalos era púrpura
como es purpúreo el corazón de un rubí.
La voz del Ruiseñor ya desmayaba, sus alitas comenzaron
a agitarse, y una nube le cayó sobre sus ojos. Su canto
desmayaba más y más, y sentía que algo le
obstruía la garganta.
Entonces tuvo una última explosión de
música. Al oírla la luna blanca se olvidó
del alba y se demoró en el horizonte. Al oírla la
rosa roja tembló de éxtasis y abrió sus
pétalos al frescor de la mañana. El eco
llevó la canción a la caverna de las
montañas, y despertó a los pastores dormidos. Luego
navegó entre los juncos del río que llevaron el
mensaje hasta el mar.
—¡Mira, mira —gritó el rosal—,
la rosa ya está terminada!
Pero el Ruiseñor no contestó, porque estaba
muerto con la espina clavada en su corazón.
Ya era eso del mediodía cuando despertó el
Estudiante; abrió la ventana y miró hacia
afuera.
—¡Caramba, qué maravillosa visión!
—exclamó—. ¡Una rosa roja! En mi vida he
visto una rosa semejante. Es tan hermosa que estoy seguro que
tiene un nombre muy largo en latín.
Se inclinó por el balcón y la cortó.
En seguida se caló el sombrero, y con la rosa en la
mano, corrió a la casa del profesor.
La hija del profesor estaba sentada cerca de la puerta,
devanando una madeja de seda azul, con su perrito a los pies.
—Dijiste que bailarías conmigo si te traía
una rosa roja —exclamó el Estudiante—.
Aquí tienes la rosa más roja de todo el mundo. Esta
noche la prenderás sobre tu corazón y como
bailaremos juntos podré decirte cuánto te amo.
Pero la jovencita frunció el ceño.
—Me temo que no va a hacer juego con mi vestido nuevo
—repuso—, Y, además el sobrino del
Chambelán me envió unas joyas de verdad, y todo el
mundo sabe que las joyas son más caras que las flores.
—Eres una ingrata incorregible —dijo agriamente el
Estudiante, y tiró con ira la rosa al arroyo donde un
carro la aplastó al pasar.
—¿Ingrata? —dijo la muchacha—. Yo te
digo que eres un grosero. ¿Qué eres tú,
después de todo? Sólo un estudiante, y ni siquiera
creo que lleves hebillas de plata en los zapatos, como lo hace el
sobrino del Chambelán.
Y muy altanera se metió en su casa.
—¡Qué cosa más estúpida es el
Amor! —se dijo el Estudiante mientras caminaba—. No
es ni la mitad de útil que la Lógica, porque no
demuestra nada y le habla a uno siempre de cosas que no suceden
nunca, y hace creer verdades que no son ciertas. En realidad no
es nada práctico, y como en estos tiempos ser
práctico es serlo todo, volveré a la
Filosofía y al estudio de la Metafísica.
Y al llegar a su casa, abrió un libro lleno de polvo, y
se puso a leer.
Oscar Wilde (Dublín, 1854-París,
1900) fue un gran escritor irlandés, de vida tumultuosa y
una gran obra literaria compuesta de novelas, poemas y cuentos,
en la que destacamos El retrato de Dorian Grey, La
balada de la cárcel de Reading, El abanico de lady
Windermere, La importancia de llamarse Ernesto y
De Profundis.
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al Cartonero, su correo electrónico es
cartonero@lakermese.net
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